SALOMÉ...¡Ah, no podías tolerar que besara tu boca, Lokanaán! ¡Bien! Ahora la besaré. La morderé con mis dientes como se muerde un fruto maduro. Pero, ¿por qué no me miras, Lokanaán? Tus ojos, antes tan terribles, tan llenos de furia y desprecio, ahora están cerrados. ¿Tienes miedo de mí, Lokanaán, y por eso no me miras?...
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